Vivir a la defensiva muchas veces nos lleva a reaccionar tan agresivamente como lo hacen aquellas personas de las que supuestamente nos defendemos. Y es posible que, al hacerlo, nos sintamos justificados, ya sea porque el otro comenzó la discusión, nos ofendió o porque estamos tan acostumbrados a que nos agredan y traten de culparnos por algo que no hemos hecho, que ya simplemente reaccionamos en automático, sin conciencia de lo que hacemos o decimos para defendernos.
Tendríamos que detenernos a reflexionar sobre nuestro comportamiento defensivo, de forma objetiva y realista, para tratar de descubrir de dónde viene y si con él podemos, realmente, solucionar o aclarar el conflicto que enfrentamos; porque pudiéremos agravarlo con nuestra reacción defensiva.
Mientras tengamos una disculpa para actuar, como lo hacemos, no cambiaremos nuestro comportamiento y, lo más grave, no evitaremos que nos vuelva a suceder.
Todos estamos afectados, en mayor o menor medida, por algunas de las experiencias que tuvimos en nuestra infancia. Si crecimos en un hogar donde se buscaba un culpable de todo lo negativo que sucediera -en lugar de ofrecer soluciones a esos conflictos para que no se repitieran y pudiéramos sacar algo positivo de esa experiencia-, seguramente aprendimos a defendernos, y a decir frases como: “Yo no fui”, “yo no lo vi”… O quizás pudo ocurrir que al asumir nuestra responsabilidad, en lugar de una frase de reconocimiento, nos ganábamos una gran represalia.
Es importante que aprendamos a bajar nuestro nivel de reacción, especialmente, en la relación con nuestras personas más queridas. Responder con violencia al comportamiento o la actitud diferente o equivocada de nuestra pareja agravará el conflicto y nos impedirá tener la claridad que necesitamos para actuar de una forma más efectiva al querer solucionarlo. Con esto no quiero decir que debes permitirles a los demás que abusen de ti. Tienes derecho a poner límites, a expresar tus sentimientos, tus desacuerdos y necesidades, pero con serenidad y asertividad.
Claves para enfrentar una discusión
Cuenta hasta cien si fuese necesario. Una vez que haya bajado el nivel emocional de la discusión, y todos se hayan calmado, expresa claramente tu punto de vista y procura aclarar la situación para que no vuelva a repetirse.
Serena tus emociones. Aprende a respirar conscientemente para mantener la calma y la claridad que te permita actuar y responder con la intención de solucionar la situación. No tiene sentido discutir cuando estamos afectados.
Escucha antes de reaccionar. Cuando estamos muy cansados o alterados emocionalmente, en lugar de escuchar con atención a la otra persona, para responder o actuar de una manera conciliadora, muchas veces reaccionamos a lo que interpretamos que nos quizo decir.
Asume tu responsabilidad. Si no eres responsable de lo sucedido, no te dejes manipular por la culpa. Siéntete seguro y tranquilo, escucha a la otra persona y, al final, aclara lo sucedido. Recuerda que cuando reaccionas exageradamente, tal vez lo estás haciendo hacia una situación pasada no resuelta; encuéntrala y dale solución, para que no vuelva a presentarse en tu vida.
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