De acuerdo a la
enseñanza del Buda todos los seres, excepto de arahants, están sujetos a
la "renovación de la existencia en el futuro" (punabbhava), es
decir, al renacimiento. El renacimiento dentro del concepto budista, no
es la transmigración del yo o del alma sino la continuación del
proceso, el flujo de la existencia, en el cual, las sucesivas vidas se
conectan juntos, más bien a través de transmisión causal de la
influencia que a través de una identidad sustancial. El patrón causal
básico subyacente al proceso es aquel, que está definido mediante la
enseñanza del origen dependiente (ver La parte 5: El origen y el cese del sufrimiento), enseñanza que demuestra cómo es posible el renacimiento sin un alma reencarnado.
El
proceso del renacimiento enseñado por el Buda exhibe un definido
carácter legal y ético. Este carácter ético está establecido por el
dinamismo fundamental que determina los estados dentro de los cuales los
seres renacen y las circunstancias que encuentran en el transcurso de
sus vidas. Aquel dinamismo es el kamma, las acciones volitivas
del cuerpo, el habla y la mente. Aquellos seres que se involucran en
malas acciones -acciones motivadas por las tres perjudiciales raíces de
la avidez, el odio y la falsa ilusión- generan el kamma perjudicial, el
cual les conduce a renacer en los estados bajos de la existencia y, si
el mismo madura dentro del mundo humano, les tare penas y mala fortuna.
Aquellos seres que se involucran en buenas acciones -acciones motivadas
por las tres raíces beneficiosa de la no-avidez, el no-odio y falta de
la falsa ilusión- generan el kamma beneficioso, el cual les conduce a
renacer en los estados elevados de la existencia y, si el mismo madura
dentro del mundo humano, les tare la felicidad y buena fortuna. Siendo
que las obras que una persona realiza en el transcurso de una sola vida
pueden ser extremadamente variadas, el tipo de renacimiento que está por
venir para ella, puede ser muy impredecible, como lo demuestra el Buda
en MN 136.
Pero a pesar de esta variabilidad empírica, una invariable ley gobierna
la relación directa que existe entre los tipos de acciones realizadas y
los tipos de resultados que los mismos producen; esta correlación
básica está esquematizada por el Buda en MN 57 y expuesta con más detalles en MN 135.
En
varios suttas del Majjhima Nikaya el Buda se refiere a varios planos de
existencia dentro de los cuales puede ocurrir el renacimiento, al igual
que ofrece indicaciones sobre los tipos del kamma que conducen a dichos
planos. La topografía cosmológica, desde el punto de vista budista, no
es producto de conjeturas o fantasías sino algo directamente conocido
por el Buda a través de sus "poderes del conocimiento de Tathagata"(MN 12,36); hasta cierto punto ese mismo proceso también puede ser verificado por aquellos que alcanzan el ojo divino (MN 39,20).
Puede ser útil aquí un breve repaso de los planos de existencia
reconocidos por la cosmología budista con sus antecedentes kámmicos, tal
como han sido sistematizados en el desarrollo de la tradición budista.
El
cosmos budista se divide en tres extensos reinos: el reino de la esfera
sensorial, el reino de la materia sutil y el reino inmaterial. Cada uno
de ellos abarca un rango de los planos subsidiarios, dando un total de
treinta y un planos de existencia.
El
reino de la esfera sensorial, llamado así porque el deseo sensorial
predomina allí, consiste en once planos divididos en dos grupos: el mal
destino y el buen destino. El mal destino o el "estado de privación" (apaya) tiene cuatro lugares: el infierno, el cual es un estado de intensos tormentos descritos en MN 129 y en MN 130; el reino animal; la esfera de los espíritus (peta), seres afligidos por una intensa sed y el hambre; y la esfera de los titanes (asuras),
seres involucrados en continuos combates (no mencionados, sin embargo,
como un plano separado en el Majjhima). Los cursos del kamma que
conducen al renacimiento dentro de esos planos están clasificados en un
grupo de diez: tres corporales, cuatro verbales y tres mentales. Los
mismos están enumerados brevemente en MN 9,4 y explicados en MN 41.
La gradación en cuanto a la gravedad de las malas intenciones,
responsables de esos hechos, da cuenta de las diferencias específicas
del modo de renacimiento, en tanto resultante de dichas acciones.
Los
buenos destinos dentro del reino de la esfera sensorial son el mundo
humano y los planos celestiales. Estos últimos son de seis clases: los
dioses bajo los Cuatro Grandes Reyes; los dioses de los Treinta y tres (tavatimsa),
que están siendo presididos por Sakka, la metamorfosis budista del
Indra, descrito como un devoto del Buda, creyente, aunque propenso a la
negligencia (MN 37); los dioses del Yama; los dioses del cielo Tusita, que fue la morada del Bodhisatta anterior a su último nacimiento (MN 123);
los dioses que se deleitan en la creación; y los dioses que ejercen el
poder sobre otras creaciones. Se dice que esta última, fue la morada del
Mara, el Tentador en el budismo, quien aparte de ser el símbolo del
Deseo y la Muerte, es considerado también como una poderosa deidad con
malos designios que quiere impedir a los seres el escape de la red del
samsara.
La causa kámmica de nacer dentro de los buenos destinos del
reino de la esfera sensorial, es la práctica de los diez cursos de
acciones beneficiosas, definidos en MN 9,8 y en MN 41.
En
el reino de la materia sutil los tipos burdos de la materia están
ausentes y la dicha, el poder, la luminosidad y la vitalidad de sus
habitantes son muy superiores a las de aquellos que habitan el reino de
la esfera de los sentidos. El reino de la materia sutil consiste en
dieciséis planos que tienen su contraparte en los cuatro jhanas. El
logro del primer jhana conduce al renacimiento entre la Asamblea del
Brahma, los Ministros del Brahma o los Maha Brahmas, de acuerdo si el
jhana ha sido desarrollado en el grado inferior, mediano o superior. El
Brahma Baka (MN 49) y el Brahma Sahampati (MN 26, MN 67)
parecen ser residentes de este último plano. Los suttas mencionan
especialmente las moradas divinas como el sendero que conduce a la
compañía del Brahma (MN 99,24-27).
El logro del segundo jhana, dentro del mismo triple esquema de
graduación, conduce respectivamente al renacimiento entre los dioses de
Limitada Radiación, de Inconmensurable Radiación y de la Radiación
Transmitida. El tercer jhana conduce al renacimiento entre los dioses de
Gloria Limitada, de Gloria Inconmensurable y de la Gloria Refulgente.
El cuarto jhana comúnmente conduce el renacimiento entre los dioses del
Gran Fruto, pero cuando es desarrollado con el deseo de alcanzar un modo
de existencia no sintiente, conducirá al renacimiento entre los seres
no perceptivos, para los cuales, la conciencia es temporalmente
suspendida. El reino de la materia sutil contiene también cinco planos
especiales dedicados exclusivamente al renacimiento de los que
no-retornan. Estas son las Moradas Puras: Aviha, Atappa, Sudassa,
Sudassi y Akanittha. Se dice que en cada uno de esos planos del reino de
la materia sutil el espacio vital es de una enorme duración, la cual se
incrementa significativamente de un plano menor al mayor.
El
tercer reino de la existencia es el reino inmaterial, donde la materia
llega a ser inexistente y donde solamente existen los procesos mentales.
Ese reino consiste en cuatro planos, que tienen su contraparte en los
cuatro logros meditativos inmateriales, cuyos resultados se desprenden
de sus nombres: la base del espacio infinito, la conciencia infinita, la
nada y la ni-percepción-ni-no-percepción. El espacio vital atribuido a
esos planos es respectivamente 20.000, 40.000, 60.000 y 84.000 grandes
eones.
Dentro
de la cosmología budista, la existencia en cada uno de los reinos,
siendo el producto del kamma de una potencia finita, necesariamente es
transitoria. Los seres renacen de acuerdo a sus acciones, experimentan
los buenos o malos resultados y luego, cuando el kamma generativa
consume su fuerza, pasan a renacer de nuevo, una vez más determinados
por el otro kamma que haya encontrado la oportunidad de madurar. Tanto
los tormentos del infierno como las dichas del cielo, sin importar qué
tan largos sean, están destinados a culminar. Por esta razón, el Buda no
ubica la meta final de su enseñanza en ningún sitio del mundo
condicionado. Si bien, conduce a aquellos cuyas facultades espirituales
aún aspiran el renacimiento celestial y les enseña las líneas de
conducta capaces de satisfacerlas (MN 41, MN 120),
sin embargo, a aquellos que tienen sus facultades maduras y pueden
percibir la naturaleza insatisfactoria de todo lo condicionado, urge a
hacer determinados esfuerzos para poner fin al extravío del samsara y
alcanzar el Nibbana, el cual trasciende a todos los planos de la
existencia.
FUENTE:
BHIKKHU
BODHI (2001) "Introduction" en BHIKKHU NANAPOLI y BHIKKHU BODHI The
Middle Length Discourses of the Buda: A Translation of the Majjhima
Nikaya. Boston, Wisdom Publications. Págs. 19-58.
Traducido y editado por Isidatta para el Bosque Theravada 2011
Publicación del Bosque Theravada 2011
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